Las personas depresivas se sienten se sienten inhibidas y cohibidas en sus movimientos. Tiene la impresión de que sus miembros pesan como plomo. Caminan muy lentamente. Su mirada es vidriosa. El depresivo siente un bloqueo general. No consigue sacra fuerzas para escaparse de su pesadez. Con frecuencia, el movimiento lentificado es la primera señal exterior de una depresión.
Las personas depresivas experimentan también sentimientos de culpa. Tiene la impresión de haber fracasado y de haber hecho todo mal, se siente culpables porque no pueden espabilarse, se sienten unos fracasados porque no consiguen dominar mejor su vida. Se siente culpables porque no tienen suficiente fe, porque siente que ni la oración, ni la lectura de la Biblia, ni la Eucaristía les libra de su depresión, porque creen que es suficiente para desaparecer su depresión la fe en Dios. Los sentimientos intensos y desproporcionados de culpabilidad son un criterio importante para la presencia de una depresión. Son expresión de la dificultada que se siente para hacerse cargo de la propia vida. Estos sentimientos de culpabilidad se convierten a la vez en muro protector.
El delirio del pecado o las ideas de culpabilidad, son afines a las personas depresivas y precisamente las personas religiosas tienden a tener estos pensamientos cuando están deprimidas. Con frecuencia estas personas casi no pueden leer ya la Biblia, porque en todas partes se topan con mensajes de pecado, condenación e infierno. Leen estos pasajes teniendo como fondo sus imaginaciones del pecado y se auto inculpan como los mayores pecadores, que han echado a perder todo en la vida y están entregados a la condenación. el deprimido, en lugar de entregarse a su supuesta culpa, tiene que reconocer su depresión y dejarse ayudar.
Sentimientos de culpa y inhibición motriz aparecen en la sanación del paralitico que narra Mc2,1-12. Este pasaje ofrece una imagen acertada de lo que las personas depresivas provocan en su entorno. A menudo su depresión se posa como una nube de polvo sobre su entorno. La depresión no puede curarse simplemente con medicamentos o medidas terapéuticas conductistas, aunque ambas vías pueden resultar bastante útiles. Pero, en lo profundo del corazón, la sanación ocurrirá solo cuando el depresivo sea capaz de despedirse de sus sentimientos de culpa. En este pasaje, Jesús ha comprendido la estructura depresiva del paralítico, pone la mirada en sus sentimientos de culpa y le promete perdón. Dios te acepta también con tu depresión. Dios te ha perdonado todos tus pecados. Así que ahora perdónate a ti mismo.
Las personas afectadas por sentimientos de culpa necesitan un ritual para superar sus resistencias contra el perdón. Dicho ritual puede ser la confesión, capaz de ayudar precisamente a las personas depresivas para que se perdonen también a sí mismas. Solo después de la promesa del perdón de los pecados, Jesús presta atención al síntoma de la parálisis. Como primer paso, Jesús ha prometido algo al paralítico. En el segundo paso, le ordena que se ponga de pie, recoja la camilla y se marche a casa. Con sus palabras vigorosas, pone al enfermo en contacto con su propia fuerza. A veces, es bueno no escudriñar demasiado en las causas o en los diferentes sentimientos de la depresión y evitar seguir dando vueltas a su alrededor. Se necesita una palabra que rompa el circulo vicioso de la depresión, una palabra que impulse a actuar.
El enfermo ha de tomar su camilla en brazos y llevársela con él. La camilla es la imagen de su depresión. La depresión seguirá acompañando al enfermo. Pero no volverá a atarlo a la cama. Se llevara su depresión bajo el brazo, la tratará afectuosamente. Pero no dejara que ella decida nada más.
Las personas depresivas están alienadas en sí mismas. No se sienten a sí mismas. Están muy intranquilas y, sin embargo, paralizadas. No tiene paz consigo mismas, sino que se sienten indecisas. El depresivo debe vivir en si mismo. Tiene que soportar que la depresión viva también en su casa. Ha de convivir con ella. Entonces ya no lo dominara más.
El primer paso terapéutico para el manejo espiritual de la depresión consiste en que creamos que nosotros somos aceptados por Dios, somos queridos por Dios con todo lo que hay en nosotros. La experiencia del perdón nos invita a perdonarnos a nosotros mismos. El perdón de Dios requiere para lograr mas eficacia, que nos perdonemos a nosotros mismos. Si algo ya ha pasado, déjalo pasar. Dios te ha perdonado. Así que deja tú también de pensar sin cesar en porque lo hiciste. Y deja de condenarte. Ya paso, esta enterrado. Déjalo estar bajo tierra. Deja de utilizar tus sentimientos de culpa como pretexto para no tener que soportarte a ti mismo.
El segundo paso terapéutico para el manejo espiritual de la depresión consiste en despertarnos una y otra vez, levantarnos con nuestra depresión y permitirnos emprender con ella el camino, es decir, el camino hacia casa, hacia nosotros mismos. A través de nuestra depresión, que con frecuencia se posa como u tupido velo sobre nuestra alma, queremos penetrar hasta nuestro núcleo interior, en el que estamos sanos y salvos y donde dejamos de estar infectados por la depresión. Realizar caminatas, practicar el trote o realizar cualquier otra actividad física o deporte es una buena profilaxis. Cuando me desgasto físicamente y sudo, entonces me siento a mi mismo. Y la respiración se hace más profunda. Si me siento, no estaré deprimido. Por eso, una buena ayuda contra las depresiones consiste en salir al aire libre y moverse.
Las personas afectadas por sentimientos de culpa necesitan un ritual para superar sus resistencias contra el perdón. Dicho ritual puede ser la confesión, capaz de ayudar precisamente a las personas depresivas para que se perdonen también a sí mismas. Solo después de la promesa del perdón de los pecados, Jesús presta atención al síntoma de la parálisis. Como primer paso, Jesús ha prometido algo al paralítico. En el segundo paso, le ordena que se ponga de pie, recoja la camilla y se marche a casa. Con sus palabras vigorosas, pone al enfermo en contacto con su propia fuerza. A veces, es bueno no escudriñar demasiado en las causas o en los diferentes sentimientos de la depresión y evitar seguir dando vueltas a su alrededor. Se necesita una palabra que rompa el circulo vicioso de la depresión, una palabra que impulse a actuar.
El enfermo ha de tomar su camilla en brazos y llevársela con él. La camilla es la imagen de su depresión. La depresión seguirá acompañando al enfermo. Pero no volverá a atarlo a la cama. Se llevara su depresión bajo el brazo, la tratará afectuosamente. Pero no dejara que ella decida nada más.
Las personas depresivas están alienadas en sí mismas. No se sienten a sí mismas. Están muy intranquilas y, sin embargo, paralizadas. No tiene paz consigo mismas, sino que se sienten indecisas. El depresivo debe vivir en si mismo. Tiene que soportar que la depresión viva también en su casa. Ha de convivir con ella. Entonces ya no lo dominara más.
El primer paso terapéutico para el manejo espiritual de la depresión consiste en que creamos que nosotros somos aceptados por Dios, somos queridos por Dios con todo lo que hay en nosotros. La experiencia del perdón nos invita a perdonarnos a nosotros mismos. El perdón de Dios requiere para lograr mas eficacia, que nos perdonemos a nosotros mismos. Si algo ya ha pasado, déjalo pasar. Dios te ha perdonado. Así que deja tú también de pensar sin cesar en porque lo hiciste. Y deja de condenarte. Ya paso, esta enterrado. Déjalo estar bajo tierra. Deja de utilizar tus sentimientos de culpa como pretexto para no tener que soportarte a ti mismo.
El segundo paso terapéutico para el manejo espiritual de la depresión consiste en despertarnos una y otra vez, levantarnos con nuestra depresión y permitirnos emprender con ella el camino, es decir, el camino hacia casa, hacia nosotros mismos. A través de nuestra depresión, que con frecuencia se posa como u tupido velo sobre nuestra alma, queremos penetrar hasta nuestro núcleo interior, en el que estamos sanos y salvos y donde dejamos de estar infectados por la depresión. Realizar caminatas, practicar el trote o realizar cualquier otra actividad física o deporte es una buena profilaxis. Cuando me desgasto físicamente y sudo, entonces me siento a mi mismo. Y la respiración se hace más profunda. Si me siento, no estaré deprimido. Por eso, una buena ayuda contra las depresiones consiste en salir al aire libre y moverse.
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