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Caminos a través de la depresión. No soportarse a si mismo

Con frecuencia, las personas deprimidas se retraen del resto de los humanos, porque les cuesta mucho aceptarse ya que tienen una autoestima reducida, opinando en muchas ocasiones, que los demás no las valoran ni las toman en serio, esto conlleva a que tengan unas expectativas exageradas respecto a la estima que merecen por parte de otros.  
El deprimido, como enfermo se enfrenta a sus reprensiones y contenciones, conllevando a desarrollar un carácter agresivo como mecanismo de protección, ya que como se tiene miedo de los demás, hay que ocultarse tras el muro protector de la depresión, conllevando a que su circulo intimo familiar les produzca una profunda alienación.
Las personas depresivas son incapaces de sentir alegría por algo, todo les resbala, y ante este enfrentamiento, la narración del leproso que relata el evangelista Marcos en Mc1,40-45 hace notar, que cuando el deprimido se reconoce como leproso, sintiéndose abandonado, excluido, poca cosa, un don nadie, Jesús, actuando soberanamente, es capaz de hacer algo y despierta en el su propia fuerza. El primer paso entonces para la sanación consiste en que Jesús siente compasión por la persona deprimida, que se acerca a Jesús y le implora de rodillas "Si quieres, puedes dejarme limpio", pero la compasión es un riesgo para el terapeuta ya que el mismo puede deprimirse, puesto que como persona tiene que sentir compasión por el deprimido, compenetrándose con él, pero también necesita un límite para conservar sus propias fuentes de energía.
El segundo paso de la terapia de Jesús consiste, en extender su mano y establecer una relación con la persona deprimida, intentando llegar a ella. Ante esto, si el terapeuta no se asusta ante la reserva del deprimido, podrá derretir lentamente el hielo de la frialdad de sentimientos y establecer una relación.
El tercer paso de la terapia de Jesús consiste en tocar al leproso, Jesús no tiene miedo de tocar al enfermo. El confía en sí mismo o en Dios. Debido a esta razón, la depresión del enfermo no le afecta. No puede ser arrancado de su centro, de su serenidad, de su paz. La fuente interior que brota en él, no resultara afectada, si se dedica al enfermo y lo toca. Quien esta unido a Dios, no teme a los enfermos ni tampoco a su efecto contagioso y patógeno sobre otros. Quien este en contacto con el espacio interior de paz al que ninguna persona tiene acceso, podrá dedicarse abiertamente al depresivo, pues sabe que en él, existe un espacio que esta protegido contra la oscuridad y el caos que imperan en el otro ser. Desde esta paz interior, sera capaz de tocar al deprimido y sentir su desamparo, tal como hizo Jesús. 
El cuarto paso de la terapia de Jesús se produce cuando él sana al enfermo a través de la palabra "Quiero, queda limpio". Jesús ayuda a la persona depresiva. Esta junto a ella y sigue con ella su camino. Pero no le quita su depresión. Mas bien, la desafía para que haga por su cuenta, algo que está en su poder. Quien se acepta con su depresión deja e sentirse impuro. La depresión forma parte de la persona. Se la acepta y, de esta manera, pierde poder.
Para aceptarla la primera acción o paso sería concederle permiso para que la depresión pueda existir y reconocer de una vez por todas que se padece de esta enfermedad. La persona que acepte esto e integre la depresión en su vida también confiara en la comunidad humana. Quien odia la depresión sera perseguido siempre por ella. Tenemos que reconciliarnos con nuestra depresión e integrarla en el camino de nuestra vida.
Toda enfermedad tiene un sentido especial, pues cada una es una purificación; solo hay que averiguar de qué lo es. La depresión me limpia de ilusiones que deforman la verdadera imagen que tengo de si mismo, de los enturbiamientos con los que mis progenitores o yo mismo hemos encubierto la verdadera individualidad. Me pone en contacto con la imagen original y genuina que Dios se ha hecho de mi. Causa daño tener que despedirse de la imagen que nos hemos formado de nosotros, de la imagen de un ser siempre fuerte, dueño de sus sentimientos, que hace frente a todos los problemas, que no tiene miedo y domina su vida.
La depresión puede experimentarse como un alejamiento de Dios, como un agujero en el que uno está separado de los seres humanos y de Dios. Sin embargo, también puede conducir hacia una experiencia mas profunda de Dios. En medio de la oscuridad, intuyo algo de la proximidad de otro Dios completamente distinto, del Dios sombrío, al que ya no soy capaz de describir con palabras, pero al que experimento como el Dios misterioso e infinito.
La aceptación de la propia depresión conduce a menudo a una clarividencia interior. La mística habla de la noche oscura del alma y el espíritu. La noche oscura, no es idéntica a la depresión. Sin embargo, cuando asumimos nuestra depresión, puede convertirse en la noche oscura que limpia nuestros sentidos y nuestro espíritu de todas las proyecciones que hacemos sobres Dios. La depresión nos protege de acaparar a Dios para nosotros. Si el mundo exterior esta oscuro para nosotros, dirigiremos la vista hacia el interior. Y allí descubriremos a veces el secreto del yo.
La persona depresiva apenas es capaz de dar por su cuenta el paso de aceptarse así misma, a su depresión, para integrarla en su vida, para no cargarla sino mas bien abrazarla. Al igual que el leproso del Evangelio, necesita a una persona que, como Jesús, se vuelva hacia ella y se quede a su lado, que la sostenga y entre en contacto con ella, a la vez que hace salir a la luz su propia fuerza. Toda depresión tiene también un sentido. Si la rechazamos y nos desestimamos porque somos depresivos, jamas reconoceremos el sentido de nuestra enfermedad. Solo la compasión con la enfermedad podrá transformarla.
La segunda acción o paso, consiste en establecer una relación con nuestra depresión, ponerla ante nosotros, observarla, preguntarle ¿que me quieres decir?¿que mensaje traes para mi?¿que es lo que he pasado por alto en mi vida?¿En que me he exigido demasiado y he sobrepasado mi medida?¿de que imágenes propias debo despedirme?¿que actitudes interiores debería abandonar?, etc.
La tercera acción o paso, es el contacto. Un buen camino para entrar en contacto con la depresión es prestar oído al cuerpo, enfocarse corporalmente para poder percibir la depresión. Mientras mas afectuosamente me adentre en el lugar de mi cuerpo en el que se ha alojado, mas pronto se transformara la depresión.
La cuarta acción o paso: quiero quedar limpio. Dios sí a mi depresión. Acepto mi depresión, me acepto tal como soy y con la fuerza de mi voluntad, entro en contacto con toda la debilidad que experimento en la depresión, pues deseo vivir y no me abandono. No se trata de reprimir la depresión con mi voluntad, sino de entrar en contacto con la depresión a través de mi voluntad, de este modo, a pesar del toda la depresión, sentiré la fuerza que se esconde todavía en mi voluntad. Ella bastará para levantarme ahora y permitir que hoy me decida por la vida.   

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