Las personas depresivas suelen tener ojos nublados, van por el mundo sin ver su belleza. Cuando hablan con alguien, se tiene la impresión de que no lo escuchan, su mirada está velada. Muchas veces es como si las personas depresivas llevasen gafas oscuras, ven el mundo su vida y todo aquello con que se topan a través de estas gafas. Se reencuentra la descripción de la persona depresiva en la historia de la sanación de un ciego, que se lee en Mc8,22-26. La gente conduce un ciego hasta Jesús y le pide que lo toque. De ello se pude inferir que la persona depresiva no tiene fuerzas para acudir por su cuenta al terapeuta. El depresivo tiene que sentir que puede ser franco ante el terapeuta o el padre espiritual, que no será juzgado, sino más bien que puede ser tal como es con todo lo que forma parte de él. Para conseguirlo, no puede tolerar espectadores. Le tendrá que rodear un espacio de paz, para que su alma sensible se haga oír. Jesús no permite que la reacción del enfermo le determ
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