Que
es la comunidad
La comunidad es el
conjunto de personas que se sienten identificadas, reconocidas y que tienen una
relación de pertenencia, de influencia, de integración y de compromiso entre
sí, compartiendo problemas e intereses solidariamente,
desarrollando una conciencia y facilidad social, fortaleciendo la unidad y la
interacción frente a un objetivo en
común, en donde hay obligaciones comunes y reciprocas.
La comunidad se
establece, generando un propósito firme de continuidad, desde el acudir, lo
cual tiene como trasfondo, la intención libre y voluntaria, surgida a partir de
la inquietud y admiración por aquello que se escucha y se contempla,
propiciando la confianza.
El
trasfondo de la comunidad
La vida
comunitaria, es el resultado de la sumatoria de la espiritualidad, junto a la
inteligencia emocional, las cuales brindan los elementos de relacionalidad
basados en lo común, en la comunión, en la comunicación para llegar a la
comunidad.
Lo común, viene de
la palabra latina communis, etimológicamente significa, estar junto, estar
cerca, y esto implica estar al lado, caminar al mismo ritmo, acompañarse. El
prefijo com indica enteramente, sustancialmente, se está cerca, con todo lo que
se es, de tal modo que no hay nada que encubra la dinámica de la relación, del
encuentro. La palabra munis traduce el efecto de cambiar y mover, de trasladar,
de acomodar, desacomodando, dando pasos hacia algo nuevo, hacia algo que
manifiesta esperanza, futuro.
Lo común, está
relacionado también con la palabra griega koiné que significa pueblo, que a su
vez está relacionada con oikia, que significa casa, por tanto lo común es
aquello que es doméstico, que es hogareño, que calienta el ánimo y el ambiente,
que es enriquecido a su vez por la intimidad, en donde se comparten los
secretos y anhelos más profundos de la persona, para robustecerlos y
constituirlos.
La comunión es
participar unidamente de lo común, con un trato familiar y un interés
particular, generando un vínculo emocional, una especie de cadena invisible que
existe en la relación cercana entre dos o más personas, en donde se doblan las
raíces egoístas e individualistas del sujeto.
La común unión
requiere elementos de empatía, de identificación mental y afectiva con el otro,
desde el reconocimiento del ser propio, del saber quién soy yo, para dar el
paso hacia el quien eres tú, y poder constituir las bases primigenias del
quienes somos nosotros, de esta forma se desarrolla una participación, en donde
se toma o se recibe parte de algo, involucrándose las decisiones.
La comunión es la
propiciadora del dialogo, por el cual a través de la palabra, desarrollada en
un discurso racional se comparte y se llega a acuerdos, intercambiando
alternativamente posturas o ideas que tienen el efecto de construir,
edificándose mutuamente para llegar desde una opinión parcial, a una verdad
común, manteniendo los elementos básicos del reconocimiento del otro en cuanto
otro y de la disposición para aprender. Cuando se rompen estos elementos
básicos se afecta el dialogo, primeramente porque hubo una cerrazón, en donde
el dialogo no se alcanzó a efectuar, y segundo porque aquel comenzó pero
termino frustrado.
La comunicación es
el otro elemento de relacionalidad, para llegar a la comunidad y se constituye
en un fenómeno inherente a las relaciones sociales, en donde se comparte
información en relación al entorno, siendo un acto propio de la actividad
bio-psico-social, en donde prima el pensamiento, el lenguaje y el desarrollo de
las capacidades psicosociales de relación. El intercambio de mensajes en el
acto de la comunicación permite al individuo influir en los demás y a su vez
ser influido. La comunicación es la dinámica de trasmitir ideas y pensamientos,
para ponerlos en común, de modo que se edifique la sociedad y se transforme.
La
espiritualidad
La experiencia de
la espiritualidad, se manifiesta en la realidad concreta del ser humano, en su
acontecer diario. Para dar sentido a la vida, esta experiencia, tiene que
ocurrir en las situaciones de la vida, florece en medio del cansancio de la
vida, en medio de las búsquedas, en medio de los caminos desérticos del
existir, en donde prima la esperanza por algo mejor, así sea lo más simple en
el camino. Allí donde no hay más que rocas ásperas, que posiblemente hieren
pero que también templan el espíritu humano y le dan fuerza y vigor para seguir
ascendiendo, allí donde parece que no hay nada, acontecen sucesos históricos
transformadores, inauditos y asombrosos que conmueven e inquietan las
realidades más profundas y consistentes del ser humano haciéndolo reflexionar,
pensar, generando preguntas y cuestionamientos los cuales no tienen una
respuesta concreta y esto empuja al hombre desde su deseo de conocer y
responderse a sus inquietudes, a aventurar decididamente en la búsqueda de la
verdad. Tras esta búsqueda sincera se revela Dios, llamando por el nombre
propio al ser humano, reconociendo en él, su identidad, quien es, de que es
capaz y de que no es capaz, su realidad total y plena, tomándolo como parte de
si, para asumirlo.
El llamado de Dios
en la realidad histórica del ser humano, es un suceso histórico, que se
convierte en un hito histórico, en donde se genera un quiebre en el existir, en
la razón de ser de la persona que ha generado una disposición de escucha, de
apertura del ser profundo, desde el asombro y la emoción, permitiendo que otro
intervenga en su ser, derribando los muros de división interna, las seguridades
profundas, haciendo florecer la libertad interior, desde la cual se responde,
reconociéndose y haciéndose presente para asumir este hecho histórico, como
realidad histórica personal, en donde sucede una confluencia entre el que llama
y el que es llamado, una pertenencia común, entre el que pronuncia la palabra y
la escucha, desarrollándose el proceso de identidad.
Este llamado, es
pronunciado desde el ser profundo de Dios, desde su esencia primordial, una
esencia que es relacional y que por su naturaleza suscita la existencia,
penetrando en ella, instalándose en ella, tomando posesión de ella, generando
la confianza, la seguridad.
La
inteligencia emocional
El conocerse a si
mismo es la capacidad de formar un modelo preciso, realista y coherente de uno
mismo y ser capaz de usar ese modelo para operar eficazmente en la vida,
permitiendo construir relaciones estables, fraternas en donde no prima la
competencia individual, sino que libre de ella, ejerce acciones asociativas
fundamentales accediendo, desde la toma de conciencia de la propia emoción, a
la comprensión de los sentimientos de los demás, la tolerancia a las presiones
y frustraciones que se soportan en las situaciones de la vida, a la incrementación de las capacidades de
empatía y habilidades sociales, y aumentar considerablemente las posibilidades
de desarrollo social.
La aplicación de la
atención en si mismo, el conocerse a sí mismo reclama tiempo para sí mismo, no
egolátricamente, no narcisistamente, sino de una manera que, cuando me
involucro con mi yo, puedo reconocer más favorablemente al otro, ya que
desvelando la verdad de mí, yo puedo ir al encuentro con el tu, sin
escandalizarme de su realidad, apropiándome de su miseria, ayudándole a llevar
su historia de una manera emocionalmente equilibrada.
Desvelando la
verdad del ser, por medio del conocimiento de sí mismo, se adquiere la
capacidad de motivarse y persistir frente a las decepciones, controlando los
impulsos y regulando el humor y de esta manera, se evita que los trastornos
emocionales disminuyan la capacidad de pensar, de mostrar empatía y abrigar la
esperanza.
Las personas con
habilidades emocionales bien desarrolladas, tienen más probabilidades de
sentirse satisfechas y ser eficientes y eficaces en su vida, ya que dominan los
hábitos mentales los cuales favorecen su propia productividad.
Cuando se tiene un
claro conocimiento de sí mismo, sabiéndose identificar los problemas y sus
raíces atentamente, la persona obtiene una mayor certidumbre con respecto a sus
sentimientos, son mejores guías de su vida y tienen una noción más segura de lo
que sienten realmente con respecto a las decisiones personales. Las personas
que carecen de esta capacidad luchan constantemente contra sentimientos de
aflicción, mientras aquellas que la tienen desarrollada pueden recuperarse con
mayor rapidez de los reveses y trastornos de la vida.
Pautas
para conformar y establecer comunidad.
Primera pauta,
escuchar. Conforman la comunidad, quienes saben escuchar la voz del líder,
quienes saben captar con atención la idea, generada por el deseo, conducida por
la palabra pronunciada, doblegando libremente la voluntad a ella, por causa de
la inquietud que genera y el asombro al que induce, para seguirla.
Segunda pauta,
seguir. Aquí se da desde la voluntad del oyente por la escucha, el paso para
reconocer y concretar el camino por el cual se debe avanzar, asumiendo el
riesgo y haciendo acopio de las propias emociones frente al reto que se va a
contraer, obedeciendo y teniendo disposición al seguimiento, para convivir.
Tercera pauta,
convivir. Es estar con el otro, permitiéndole que identificando e
identificándolo, integrando los caracteres de forma armoniosa, sobreponiendo
las indecisiones y las dudas para afianzar la certeza de la compañía y
construir de forma dinámica, con una alta carga de empatía, el plan estratégico
a seguir para conseguir la ejecución del propósito que convoca el hecho de convivir,
conduciendo por medio del compartir, el empezar a constituir comunidad con una
disposición de comprensión.
Cuarta pauta,
comprender. Es encontrar justificados los razonamientos y emociones del otro,
penetrando y abrazando el propósito, para comprometerse con él, de forma
asertiva, dándole un significado categórico y elocuente, conllevando la
seguridad y confianza en el entendimiento, para asumirlo.
Quinta pauta,
asumir. Es tomar consciencia clara, de apropiación en la vida, de los elementos
de identidad común, que van surgiendo en el transcurrir discursivo del
acompañamiento fraterno que se ha venido desarrollando en el tiempo, para
responsabilizarse concretamente del logro común, dejándose compenetrar en su
trasfondo personal por la característica de la idea inicial y por ende de la
personalidad del que pronuncia la idea. Esto conduce entonces a enseñar.
Sexta pauta,
enseñar. Es transformar y darle sentido a la vida del oyente de la palabra,
liberándolo de la ignorancia, dándole herramientas hábiles, para que el sujeto
actué virtuosamente y con responsabilidad, manejando sus propias emociones,
construyendo un equilibrio dinámico para saber decidir y saber esperar,
proponiendo solidariamente el bien común.
El
camino para enseñar: Investigar, ordenar, escribir.
La investigación
entonces, es esa fuerza dinámica que sumerge al individuo en la conmoción
intelectual, propiciándole el ansia de respirar la verdad de la situación en la
que está inmerso, provocando perturbación interna que inquieta y que le da
impulso para salir a flote y responderse al porqué de la imagen referenciado
por lo otro, su motivo, su razón, que es lo que estimula la percepción
intrínseca de la cosa, su trasfondo, su mecánica interna, para así conducir de
manera metódica y sistemática a una claridad atenta, inteligente, racional y
responsable de la realidad que se observa.
Para que lo
investigado redunde por tanto, en el proceso de enseñanza es necesario entonces
el ordenamiento de aquello investigado por lo cual, se inclina el deseo y la
pasión y se doblega a la ignorancia.
Ordenar lo
investigado, conduce a una dinámica contemplativa, que se sucede en el
silencio, para escuchar aquello que ha propiciado la inquietud y admiración,
considerando la inteligibilidad del sujeto como generadora de una motivación
propia, que conduce al acopio de las emociones que se suscitan, al identificar
el problema investigado, para así poder entender lo observado y atendido, con
el fin de favorecer la credibilidad del saber percibido y asumido, posterior a
la búsqueda y lectura confiada del dato inicial problemático y de este modo
interpretar transparentemente la idea generada por el dato inicial.
Después del
ordenamiento de lo investigado, para que haya una consecuente aprehensión y
asimilación del dato investigado que ahora es idea organizada y posteriormente
se consolidara como realidad práctica, es necesario por tanto plasmar
sintácticamente el hecho, para que sea leído, y esto se verifica entonces en la
escritura, en el escribir, elemento fundamental para enseñar.
El escribir es un
ejercicio de discernimiento, donde se plasma y se da asiento a la madurez
reflexiva, serena y clarividente del conocimiento adquirido por la
investigación desarrollada, para penetrar con agudeza y acierto y de manera
razonable, la mente, el mundo de las ideas del lector de modo tal que, lo que
contempla en la lectura sea un vehículo de admiración, que lo conduzca a la
apropiación del dato investigado que es idea, para transformarlo en realidad
contextual.
Para escribir se ha
de tener la capacidad de juzgar el propio razonamiento en su ordenamiento
lógico, no se puede escribir sin antes analizar la idea a plasmar de forma tal
que sea consecuente y argumentativa con el dato investigado, esto conlleva a
propiciar el respeto a la letra plasmada del escritor, por parte del lector,
conduciendo a formalizar de forma enigmática un sentido de fraternidad entre el
que escribe y el que lee.
La formalización de
este sentido de fraternidad conduce a la apertura de la enseñanza, no se pude
enseñar lo que no se plasma, no se pude plasmar lo que no se ordena, no se pude
ordenar lo que no se investiga. La enseñanza pues con estos elementos
observados y predeterminados brinda una orientación sobre qué camino seguir,
señalando el hacia dónde ir.
La
vida en comunidad
El acudir, para establecer la comunidad, es un ir con
frecuencia asidua, puntual, en donde se manifiesta el acento de perseverancia, de costumbre, de
habito en donde la persona se adapta al grupo social.
Esta adaptación social, implica una adaptación emocional
que tiene como ingredientes la conciencia social, la cual se refiere a un
espectro que va desde percibir de manera instantánea el estado interior de otra
persona a comprender sus sentimientos y pensamientos y a captar en situaciones
sociales complicadas, y la facilidad social que se sostiene sobre la toma de
conciencia social para permitir interacciones fluidas, eficientes y eficaces.
El acudir a la comunidad, requiere sintonizarse con ella
yendo más allá de una empatía momentánea y llegando a ser una presencia
completa y sostenida que facilita la afinidad y el entendimiento del otro desde
el arte de la atención, a la que corresponde el estilo de hablar y de escuchar.
El estilo de hablar de una persona ofrece pistas sobre su
habilidad subyacente para escuchar profundamente, durante momentos de conexión
genuina, lo que se dice, será una respuesta a lo que el otro siente, dice y
hace. Cuando se está pobremente conectado, la comunicación se convierte en bala
verbal: el mensaje propio no cambia para encajar en el estado de la otra
persona sino que sencillamente refleja el propio. Escuchar hace toda la
diferencia. Hablarle a la persona en lugar de escucharla reduce una
conversación a un monologo. Cuando se sabotea una conversación se está
satisfaciendo las necesidades propias, sin considerar las de otros.
Se acude a la comunidad principalmente para escuchar,
para inclinar la atención y disposición personal, al otro, y esto contempla un
entramado psíquico y fisiológico que ayuda a percibir conscientemente, el
sentimiento y la emoción de los pensamientos de quien pronuncia una palabra,
pues ella es suscitada por un deseo que surge desde una intención profunda que
anida en la mente y en el corazón de quien la pronuncia, de tal modo que, al escuchar
con atención la palabra pronunciada, se desarrolla un encuentro mutuo con la
mente y el corazón, derribándose los muros de división interna, propiciando la
transparencia en el trato, generando la amistad.
Cuando se escucha atentamente, se maximiza la sincronía
fisiológica, de modo que las emociones se alinean, orientando los circuitos
neurológicos para la conectividad, poniéndolos en la misma longitud de onda,
desarrollando la precisión empática la cual representa, la base esencial de la
sociabilidad.
La sincronía permite deslizarse con gracia a través de
una danza no verbal con otra persona, la falta de sincronía, sabotea la
competencia social, arrojando las interacciones por la borda. Sincronizar
exige, tanto que se lea las pistas no verbales instantáneamente, como actuar en consecuencia, fluidamente, sin
tener que pensarlo.
Se acude también a la comunidad para participar de la
enseñanza, pero que es enseñar, enseñar implica brindar una orientación, un
conocimiento sobre que camino seguir, para que comprendiéndolo lo asimile,
apropie y haga uso de el y se aplica esto al acto que realiza un maestro sobre
su discípulo o unos padres frente a sus hijos.
El enseñar conlleva por parte del maestro, el escribir,
el dar contorno a las ideas, dándoles forma, de modo que se puedan clarificar
con mayor facilidad, pero esto involucra una decisión, afrontando los dilemas,
los puntos críticos de elección que generan crisis, dejando de lado y cortando
de hecho el miedo a ser juzgado por las ideas expresadas.
Escribir es plasmar, dando forma concreta, real y
ordenada, a la idea o apariencia captada, que se posee de un dato testimonial
legítimo, de un hecho contextual, que se utiliza en una toma de decisiones,
para que sea interpretado y entendido, y esto conlleva observar y atender desde
la investigación, percibiendo la duda sobre algo para escudriñarlo, discutirlo
y analizarlo de forma que se resuelva argumentadamente.
En la comunidad como elemento del desarrollo humano
integral, otro elemento a tener en cuenta es el de la “fracción del pan” que
significa, aquella capacidad que da una fuerza y predisposición hábil, de
compartir con generosidad lo que se tiene, en hacer partícipes a otros, de los
que es de uno, con el fin de que aquellos puedan beneficiarse de los que se
posee o se ha adquirido.
De este modo se ejecuta considerablemente la sana
convivencia social, en donde se desarrolla una mutua pertenencia colaborativa,
solidaria, contrarrestando situaciones desesperadas que desequilibran el
ambiente de vida generando preocupaciones y frustraciones.
En esta “fracción del pan” se desarrollan procesos de
justicia y de equidad que salvaguardan las estructuras sociales, eliminando
todo aquello que genera división e incapacidad de encuentro personal con el
otro, lo que conlleva a una economía de comunión, a una economía solidaria en
donde los bienes se administran con leyes de familiaridad, elevando el nivel
del desarrollo en la persona, sujetando el consumo a la responsabilidad común,
manteniendo siempre como centro a la persona, superando la cultura
individualista y de competitividad exacerbada, y haciendo crecer la dignidad y
la creatividad de toda persona.
El valor central de la “fracción del pan” es el trabajo
digno, el saber y la creatividad solidaria y no el capital ni su propiedad que
desfigura la imagen del ser humano, convirtiéndolo en un ser pragmático y
utilitarista, generador de división y violencia frente a su hermano humano,
reproduciendo la desigualdad y los antivalores que conllevan a la pobreza, como
fruto de la deshumanización y de la intolerancia, producto de la injusticia y
de la falta de expresión fraterna.
El primer criterio de desarrollo humano integral, es la
solidaridad, como conducta concreta del compartir, como camino de realización
individual y social que asegura un crecimiento común y equitativo donde todos
los miembros de la comunidad están invitados a sentirse protagonistas del
destino común, organizándose frente a los problemas para poder encontrar
soluciones duraderas y estables, siendo todos, verdaderamente responsables de
todos, ayudando al otro a que pueda hacerse cargo de su vida, mejorando sus
condiciones de vida bio-psico-social.
El modelo de la vivencia comunitaria de la “fracción del
pan” permite que todos los integrantes experimenten la hermandad, venciendo los
prejuicios y discriminaciones, liberándose de muchas “enfermedades” que
disminuyen la capacidad de la comunidad, para vivir la paz y la justicia. Pero
este modelo, este proyecto comunitario de solidaridad, no se inicia si no hay
primero un cambio de pensar donde lo mío es tuyo y lo tuyo es nuestro, para
así, cambiar la forma de vivir, donde cada uno es responsable de la felicidad
del otro, saliendo de si mismo para trascenderse en el otro generosamente.
La generosidad es signo de bendición, de humilde
cooperación y respeto al otro, que no empobrece, sino que enriquece. Parte de
la conciencia de lo tuyo, hacia la conciencia de lo nuestro, santifica al que
la da y recrea y redime a quien la recibe, motivando la paz y la justicia,
compartiéndola en medio de ser humano.
Esta generosidad, parte de la renuncia del estatus, lo
cual conlleva a que las personas renuncien a representar, imponer o poseer un
dominio sobre los demás, suprimiendo las fronteras entre arriba y abajo.
Para llevar a cabo esta generosidad, este ejercicio de la
“fracción del pan” y generar nuevos paradigmas humanos, basados en la equidad,
la justicia y la paz, se requiere una vivencia en la oración la cual le da
carácter, cuerpo y forma a la comunidad.
Es de una importancia radical la oración, en el ambiente
familiar, laboral, empresarial pues por medio de ella se hace una lectura
incluyente y no excluyente de lo que sucedió, de lo que sucede, para que suceda
algo propicio. Por medio de la oración se santifican las realidades históricas
humanas, dándoles una nueva perspectiva en donde se experimenta realmente la
acción de Dios y el deber por el prójimo. El espíritu de la oración en la
comunidad no es el desarrollo de una actividad que debiera llevarse a cabo,
sino que es el camino que lleva al encuentro continuo con Dios La oración es
para la experiencia comunitaria, el camino hacia una vida intensa y consciente y
auténticamente fraterna, el camino de trascender el yo, de superar el
confinamiento en sí mismo y de dirigirse en apertura hacia los demás.
El espíritu de oración es el camino de encuentro con el
Tú divino, Dios, y con el tú cercano, el hermano, lo cual constituye
eficazmente la identidad cristiana; es la senda vertical frente al misterio de
Dios y la senda horizontal frente al misterio del hombre.
El espíritu de oración que vive la comunidad es un
espíritu desinstalador, incomodo, desafiante, cuestionante, que confronta
siempre la fe con la vida para que no vallan por caminos diferentes, sino para
que se entretejan, elaborando de esta manera una historia contundente enmarcada
en el ámbito de la fraternidad y de la solidaridad. La oración auténtica es la
que abre al hombre a la acción del Espíritu, una acción que lo conforma a los
deseos de Dios y a las exigencias de su Reino, un reino de justicia y de paz,
de liberación y de salvación.
En conclusión, la comunidad requiere, para dar frescor al
ambiente, embelleciéndolo y purificándolo, la responsabilidad común en un hoy,
destinado hacia el futuro, en donde se percibe desde ya, las necesidades de los
que están por llegar, permitiéndoles que aquellos disfruten y se alegren con la
herencia adquirida en la historia y para la historia.
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