lunes, 20 de mayo de 2019

Caminos a través de la depresión. Ciego ante el mundo que nos rodea.

Las personas depresivas suelen tener ojos nublados, van por el mundo sin ver su belleza. Cuando hablan con alguien, se tiene la impresión de que no lo escuchan, su mirada está velada. Muchas veces es como si las personas depresivas llevasen gafas oscuras, ven el mundo su vida y todo aquello con que se topan a través de estas gafas. 
Se reencuentra la descripción de la persona depresiva en la historia de la sanación de un ciego, que se lee en Mc8,22-26. La gente conduce un ciego hasta Jesús y le pide que lo toque. De ello se pude inferir que la persona depresiva no tiene fuerzas para acudir por su cuenta al terapeuta. El depresivo tiene que sentir que puede ser franco ante el terapeuta o el padre espiritual, que no será juzgado, sino más bien que puede ser tal como es con todo lo que forma parte de él. Para conseguirlo, no puede tolerar espectadores. Le tendrá que rodear un espacio de paz, para que su alma sensible se haga oír.
Jesús no permite que la reacción del enfermo le determine, sino que actúa de forma soberana. Hace lo que le dice su instinto interior. Impone sus manos sobre los ojos del ciego, de manera que el ciego no pueda percibir nada más. Es un impulso para que mire hacia el interior, hacia dentro de sí mismo. Al principio el ciego levanta la vista, después ve claro y por último, distingue perfectamente. El depresivo tiene que levantar primero sus ojos para superar su abatimiento. Después ve al menos vagamente. Si bien todavía no puede encontrar al otro, sí lo percibe ya. El segundo paso es penetrar con la mirada su ser interior, la causa de su propia oscuridad y tristeza, para reconocer allí todo lo que le conmueve. Levantar los ojos, penetrar con la mirada y ver el interior definen los tres pasos de cómo se puede curar una depresión. La curación de una depresión comienza cuando levanto mis ojos cuando ansió saber de donde me vendrá el auxilio y cuando percibo que el auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra (Sal 121). Con la fe en Dios, al que alzo mis ojos, seré capaz de mirar ahora el fondo de mi alma a través del manto que cubre mi corazón.
A una persona depresiva no se le puede decir simplemente:"Levanta los ojos, no bajes mas la vista". Sin embargo, una vía a través de la cual se puede cambiar la depresión es la escuela de los ojos. 
Alzar la vista: en mi depresión, debo levantar mis ojos para que mi horizonte se haga más amplio, para que, en medio de mi oscuridad, puede ver la luz que me rodea. Las personas depresivas han dejado de ver la hermosura de la vida, son incapaces de regocijarse por algo. La mitrada hacia el cielo es el primer paso para salir de la autoinhibición. Sin embargo, el depresivo es incapaz de levantar los ojos por su propia cuenta.  
Penetración con la mirada: debo ver a través de la oscuridad que hay en el fondo de mí, mirara en el fondo de mi propia alma En la historia, Jesús invita primero al enfermo a no mirara el propio caos, sino a dirigir inmediatamente la mirada a través de todo hasta el fondo. Debe mirara a través de toda la oscuridad y lo que provoca temor, a través de lo repulsivo y amenazador, a trasvés de toda la desesperación hasta llegar al fondo, a la causa. Allí en el fondo, se reconocerá el espacio en el que vive Dios en todo ser humano, en el que hay amor, luz y calor. Los primeros monjes y santos padres llamaban contemplación a este modo de mirar. Contemplación significa decir si a lo que es, percibir que todo esta bien, aun cuando nuestra enfermedad tengamos la impresión de que nada esta bien, aun cuando nuestra depresión nos domine, en las profundidades de yo reconocemos la armonía con todo, una conformidad con nuestra vida. Aprender a conocer la depresión y manejarla correctamente es un paso decisivo en el camino hacia la curación. Sin embargo, la curación mas profunda se produce en el camino espiritual cuyo fin es la contemplación, el reposos en un lugar de paz, en el que Dios, el verdadero medico de mi alma, vive en mí.   
Mirar en el interior: como hemos mirado hasta el claro fondo a través de toda la oscuridad, ahora podemos atrevernos a mirar en nuestro interior todo lo que existe en nosotros en cuanto a angustia, desesperación, oscuridad, sentimientos de culpa, autoreproches, pero también en lo que respecta a la agresión y a la ira, a la amargura y al rencor. 
Una vez que Jesús ha enseñado al enfermo en la escuela de la vista a levantar los ojos, penetrar con la mirada y mirar en el interior, le envía de vuelta a casa. Le instruye para que no entre en la aldea. LA persona deprimida necesita, incluso después de su curación, el espacio protegido de su propia casa, en la que sabe que está en su hogar, en la que está consigo mismo. Tiene que evitar la aldea, no puede soportar el gentío. El depresivo debe asumir su enfermedad como una invitación a la paz y como un permiso para estar solo, para escucharse y encontrarse.

























































viernes, 17 de mayo de 2019

Caminos a través de la depresión. Bloqueo psiquico y físico

Las personas depresivas se sienten se sienten inhibidas y cohibidas en sus movimientos. Tiene la impresión de que sus miembros pesan como plomo. Caminan muy lentamente. Su mirada es vidriosa. El depresivo siente un bloqueo general. No consigue sacra fuerzas para escaparse de su pesadez. Con frecuencia, el movimiento lentificado es la primera señal exterior de una depresión. 
Las personas depresivas experimentan también sentimientos de culpa. Tiene la impresión de haber fracasado y de haber hecho todo mal, se siente culpables porque no pueden espabilarse, se sienten unos fracasados porque no consiguen dominar mejor su vida. Se siente culpables porque no tienen suficiente fe, porque siente que ni la oración, ni la lectura de la Biblia, ni la Eucaristía les libra de su depresión, porque creen que es suficiente para desaparecer su depresión la fe en Dios. Los sentimientos intensos y desproporcionados de culpabilidad son un criterio importante para la presencia de una depresión. Son expresión de la dificultada que se siente para hacerse cargo de la propia vida. Estos sentimientos de culpabilidad se convierten a la vez en muro protector.
El delirio del pecado o las ideas de culpabilidad, son afines a las personas depresivas y precisamente las personas religiosas tienden a tener estos pensamientos cuando están deprimidas. Con frecuencia estas personas casi no pueden leer ya la Biblia, porque en todas partes se topan con mensajes de pecado, condenación e infierno. Leen estos pasajes teniendo como fondo sus imaginaciones del pecado y se auto inculpan como los mayores pecadores, que han echado a perder todo en la vida y están entregados a la condenación. el deprimido, en lugar de entregarse a su supuesta culpa, tiene que reconocer su depresión y dejarse ayudar.
Sentimientos de culpa y inhibición motriz aparecen en la sanación del paralitico que narra Mc2,1-12. Este pasaje ofrece una imagen acertada de lo que las personas depresivas provocan en su entorno. A menudo su depresión se posa como una nube de polvo sobre su entorno. La depresión no puede curarse simplemente con medicamentos o medidas terapéuticas conductistas, aunque ambas vías pueden resultar bastante útiles. Pero, en lo profundo del corazón, la sanación ocurrirá solo cuando el depresivo sea capaz de despedirse de sus sentimientos de culpa. En este pasaje, Jesús ha comprendido la estructura depresiva del paralítico, pone la mirada en sus sentimientos de culpa y le promete perdón. Dios te acepta también con tu depresión. Dios te ha perdonado todos tus pecados. Así que ahora perdónate a ti mismo.
Las personas afectadas por sentimientos de culpa necesitan un ritual para superar sus resistencias contra el perdón. Dicho ritual puede ser la confesión, capaz de ayudar precisamente a las personas depresivas para que se perdonen también a sí mismas. Solo después de la promesa del perdón de los pecados, Jesús presta atención al síntoma de la parálisis. Como primer paso, Jesús ha prometido algo al paralítico. En el segundo paso, le ordena que se ponga de pie, recoja la camilla y se marche a casa. Con sus palabras vigorosas, pone al enfermo en contacto con su propia fuerza. A veces, es bueno no escudriñar demasiado en las causas o en los diferentes sentimientos de la depresión y evitar seguir dando vueltas a su alrededor. Se necesita una palabra que rompa el circulo vicioso de la depresión, una palabra que impulse a actuar.
El enfermo ha de tomar su camilla en brazos y llevársela con él. La camilla es la imagen de su depresión. La depresión seguirá acompañando al enfermo. Pero no volverá a atarlo a la cama. Se llevara su depresión bajo el brazo, la tratará afectuosamente. Pero no dejara que ella decida nada más.
Las personas depresivas están alienadas en sí mismas. No se sienten a sí mismas. Están muy intranquilas y, sin embargo, paralizadas. No tiene paz consigo mismas, sino que se sienten indecisas. El depresivo debe vivir en si mismo. Tiene que soportar que la depresión viva también en su casa. Ha de convivir con ella. Entonces ya no lo dominara más.
El primer paso terapéutico para el manejo espiritual de la depresión consiste en que creamos que nosotros somos aceptados por Dios, somos queridos por Dios con todo lo que hay en nosotros. La experiencia del perdón nos invita a perdonarnos a nosotros mismos. El perdón de Dios requiere para lograr mas eficacia, que nos perdonemos a nosotros mismos. Si algo ya ha pasado, déjalo pasar. Dios te ha perdonado. Así que deja tú también de pensar sin cesar en porque lo hiciste. Y deja de condenarte. Ya paso, esta enterrado. Déjalo estar bajo tierra. Deja de utilizar tus sentimientos de culpa como pretexto para no tener que soportarte a ti mismo.
El segundo paso terapéutico para el manejo espiritual de la depresión consiste en despertarnos una y otra vez, levantarnos con nuestra depresión y permitirnos emprender con ella el camino, es decir, el camino hacia casa, hacia nosotros mismos.  A través de nuestra depresión, que con frecuencia se posa como u tupido velo sobre nuestra alma, queremos penetrar hasta nuestro núcleo interior, en el que estamos sanos y salvos y donde dejamos de estar infectados por la depresión. Realizar caminatas, practicar el trote o realizar cualquier otra actividad física o deporte es una buena profilaxis. Cuando me desgasto físicamente y sudo, entonces me siento a mi mismo. Y la respiración se hace más profunda. Si me siento, no estaré deprimido. Por eso, una buena ayuda contra las depresiones consiste en salir al aire libre y moverse. 


Jn17,1-26