La espiritualidad, raíz del desarrollo humano integral.
Para este primer punto
quiero ubicarlos en el siguiente texto de referencia, que nos dará las pautas
para la reflexión de esta temática, propiciando elementos para elaborar
pedagógicamente, paso a paso, el fortalecimiento de la dinámica espiritual en
la vida y como ella nos capacita para afrontar de manera decidida los retos que
se presentan en el transcurrir de la vida, de modo que se superen, llegando a
ser fieles testigos de la esperanza frente a las adversidades cotidianas.
El texto a considerar
como marco, es el que se refiere al hecho de la manifestación de Dios a Moisés
en la zarza ardiente que se delimita en Ex 3,1-4,17 y que corresponde a la
siguiente narración:
Moisés era pastor del
rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más
allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El ángel de Yahveh
se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la
zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo, pues,
Moisés:
«Voy a acercarme para
ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza.»
Cuando vio Yahveh que
Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo:
«¡Moisés, Moisés!»
El respondió:
«Heme aquí.»
Le dijo:
«No te acerques aquí;
quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra
sagrada.»
Y añadió:
«Yo soy el Dios de tu
padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.»
Moisés se cubrió el
rostro, porque temía ver a Dios.
Dijo Yahveh:
«Bien vista tengo la
aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus
opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano
de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a
una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los hititas, de
los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos. Así pues, el
clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto además la opresión con
que los egipcios los oprimen. Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que
saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto.»
Dijo Moisés a Dios:
¿Quién soy yo para ir a
Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?»
Respondió:
«Yo estaré contigo y
esta será para ti la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de
Egipto daréis culto a Dios en este monte.»
Contestó Moisés a Dios:
«Si voy a los
israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a
vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les
responderé?»
Dijo Dios a Moisés:
«Yo soy el que soy.»
Y añadió:
«Así dirás a los
israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros.»
Siguió Dios diciendo a
Moisés:
«Así dirás a los
israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para
siempre, por él seré invocado de generación en generación. Ve, y reúne a los
ancianos de Israel, y diles: "Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios
de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: Yo os he visitado y
he visto lo que os han hecho en Egipto. Y he decidido sacaros de la tribulación
de Egipto al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, perizitas,
jivitas y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel." Ellos escucharán
tu voz, y tú irás con los ancianos de Israel donde el rey de Egipto; y le
diréis: "Yahveh, el Dios de los hebreos, se nos ha aparecido. Permite,
pues, que vayamos camino de tres días al desierto, para ofrecer sacrificios a
Yahveh, nuestro Dios." Ya sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino
forzado por mano poderosa. Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con toda
suerte de prodigios que obraré en medio de ellos y después os dejará salir. Yo
haré que este pueblo halle gracia a los ojos de los egipcios, de modo que
cuando partáis, no saldréis con las manos vacías, sino que cada mujer pedirá a
su vecina y a la que mora en su casa objetos de plata, objetos de oro y
vestidos, que pondréis a vuestros hijos y a vuestras hijas, y así despojaréis a
los egipcios.»
Respondió Moisés y
dijo:
«No van a creerme, ni
escucharán mi voz; pues dirán: "No se te ha aparecido Yahveh."»
Díjole Yahveh:
«¿Qué tienes en tu
mano?»
«Un cayado», respondió
él.
Yahveh le dijo:
«Echalo a tierra.» Lo
echó a tierra y se convirtió en serpiente; y Moisés huyó de ella.
Dijo Yahveh a Moisés:
«Extiende tu mano y
agárrala por la cola.»
Extendió la mano, la
agarró, y volvió a ser cayado en su mano...
«Para que crean que se
te ha aparecido Yahveh, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob.»
Y añadió Yahveh:
«Mete tu mano en el
pecho.»
Metió él la mano en su
pecho y cuando la volvió a sacar estaba cubierta de lepra, blanca como la
nieve.
Y le dijo:
«Vuelve a meter la mano
en tu pecho.»
La volvió a meter y, cuando
la sacó de nuevo, estaba ya como el resto de su carne.
«Así pues, si no te
creen ni escuchan la voz por la primera señal, creerán por la segunda.
Y si no creen tampoco
por estas dos señales y no escuchan tu voz, tomarás agua del Río y la
derramarás en el suelo; y el agua que saques del Río se convertirá en sangre
sobre el suelo.»
Dijo Moisés a Yahveh:
«¡Por favor, Señor! Yo
no he sido nunca hombre de palabra fácil, ni aun después de haber hablado tú
con tu siervo; sino que soy torpe de boca y de lengua.»
Le respondió Yahveh:
«¿Quién ha dado al
hombre la boca? ¿? Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy
yo, Yahveh? Así pues, vete, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes
decir.»
El replicó:
«Por favor, envía a
quien quieras.»
Entonces se encendió la
ira de Yahveh contra Moisés, y le dijo:
«¿No tienes a tu
hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien; he aquí que justamente ahora
sale a tu encuentro, y al verte se alegrará su corazón. Tú le hablarás y
pondrás las palabras en su boca; yo estaré en tu boca y en la suya, y os
enseñaré lo que habéis de hacer. El hablará por ti al pueblo, él será tu boca y
tú serás su dios. Toma también en tu mano este cayado, porque con él has de
hacer las señales.»
La experiencia de la espiritualidad,
se manifiesta en la realidad concreta del ser humano, en su acontecer diario.
Para dar sentido a la vida, esta experiencia, tiene que ocurrir en las
situaciones de la vida, florece en medio del cansancio de la vida, en medio de
las búsquedas, en medio de los caminos desérticos del existir, en donde prima
la esperanza por algo mejor, así sea lo más simple en el camino. Allí donde no
hay más que rocas ásperas, que posiblemente hieren pero que también templan el
espíritu humano y le dan fuerza y vigor para seguir ascendiendo, allí donde
parece que no hay nada, acontecen sucesos históricos transformadores, inauditos
y asombrosos que conmueven e inquietan las realidades más profundas y
consistentes del ser humano haciéndolo reflexionar, pensar, generando preguntas
y cuestionamientos los cuales no tienen una respuesta concreta y esto empuja al
hombre desde su deseo de conocer y responderse a sus inquietudes, a aventurar
decididamente en la búsqueda de la verdad. Tras esta búsqueda sincera se revela
Dios, llamando por el nombre propio al ser humano, reconociendo en él, su
identidad, quien es, de que es capaz y de que no es capaz, su realidad total y
plena, tomándolo como parte de si, para asumirlo.
El llamado de Dios en
la realidad histórica del ser humano, es un suceso histórico, que se convierte
en un hito histórico, en donde se genera un quiebre en el existir, en la razón
de ser de la persona que ha generado una disposición de escucha, de apertura
del ser profundo, desde el asombro y la emoción, permitiendo que otro
intervenga en su ser, derribando los muros de división interna, las seguridades
profundas, haciendo florecer la libertad interior, desde la cual se responde,
reconociéndose y haciéndose presente para asumir este hecho histórico, como realidad
histórica personal, en donde sucede una confluencia entre el que llama y el que
es llamado, una pertenencia común, entre el que pronuncia la palabra y la
escucha, desarrollándose el proceso de identidad.
Este llamado, es
pronunciado desde el ser profundo de Dios, desde su esencia primordial, una
esencia que es relacional y que por su naturaleza suscita la existencia,
penetrando en ella, instalándose en ella, tomando posesión de ella, generando
la confianza, la seguridad.
Dios llama al ser
humano, en medio de la realidad que contempla, que lo abarca, haciéndose Dios
protagonista del destino limitado del ser humano, para transformarlo en un
destino sin confines. Dios no es ajeno a las situaciones históricas del ser
humano, se ubica en medio de ellas para transformarlas, para darles sentido,
haciéndose familiar, compartiendo su ser íntimo e inabarcable.
Cuando el ser humano
escucha, se ejerce una acción de resonancia en la mente y en el corazón de la
palabra pronunciada, generando un movimiento de respuesta histórica presente,
“aquí estoy”. Al desarrollarse esta respuesta, se está asumiendo personalmente,
el motivo de esta palabra pronunciada, sus razones y las acciones a las cuales
conduce, el que, el por qué y el para que de ella, interactuando de forma consistente
con el Tu primordial que establece la relación.
La acción del “aquí
estoy”, es una acción que se ejerce frente a un “alguien” no frente a un
“algo”, en un presente situacional, en donde se pone a disposición la realidad
total y plena del ser humano, su identidad, su capacidad. Este “aquí estoy” es
un elemento comunicacional, en donde se verifica una común unión, entre un yo y
un tú.
Quitarse las sandalias,
ante la experiencia de encuentro personal con Dios, significa despojarse de las
seguridades, permitiendo sentir en toda su envergadura la presencia dinámica de
Dios, una dinámica que supera todo concepto, que conmueve todo el ser. La
descalcez ante Dios conlleva a vivenciar desde todo lo áspero de la vida, la
grata dulzura de la presencia de Dios, que desciende, que se rebaja
“descalzándose” de su gloria para calzar al ser humano con ella.
La palabra, pronunciada
por parte de Dios y escuchada por parte del ser humano, por su carga dinámica,
empuja a ejercer con vigorosidad actos liberadores, que se convierten en hechos
históricos, en donde se fundan nuevos paradigmas para realzar el sentido de la
vida, el propósito de ella en medio de la realidad circundante, para
transformarla.
La palabra de Dios
dirigida al ser humano está anclada en la realidad del sufrimiento del
oprimido, esta realidad la ve, la escucha y la conoce, Dios, èl no es ajeno a
ella y participa de sus dolores dándoles sentido y valor en la esperanza, de
modo que interviene en la historia apoyado por el ser humano.
El carácter definitivo
de la dimensión espiritual es la liberación, es el sentido de la vida en medio
del sufrimiento, para superarlo y para que se ejerza este carácter plenamente,
la palabra de Dios, con su fuerza empuja y ordena al ser humano a ponerse en
camino, un camino no exento de grandes dificultades y retos que querrán
doblegar el espíritu humano, pero que por la obediencia del ser humano a este
envío, se disfruta de la presencia continua por parte de Dios, de su compañía,
de su amistad.
La obediencia a Dios es
significativa, da una nueva representación del ser humano frente a los hechos
contextuales de vida en los cuales se involucra, afirma la presencia
transformadora e innovadora que desencaja las realidades opresoras, sacando al
oprimido de ellas y llevándolo a contemplar la hermosura de la fuente y cumbre
de la felicidad, a extasiarse en Dios liberador.
La obediencia es el
efecto del que escucha, la causa de la obediencia es la escucha. La obediencia
a la palabra de Dios compromete la subordinación de la propia voluntad a la
autoridad de Dios. Es por medio de esta obediencia que el ser humano
trasciende, esta obediencia lo capacita le da fuerza y vocación para superarse
a sí mismo, olvidándose de sí, de su propio egoísmo relegándolo a un segundo
plano, porque hay algo más importante para él que el propio y minúsculo yo, que
ciertamente encontrara al perderse en otros, de este modo puede manifestar con
mayor claridad el camino hacia la felicidad, abandonando la perspectiva del yo
personal, apoyado en el Tu de Dios, para coronarse ampliamente en el nosotros.
La palabra pronunciada
por parte de Dios y escuchada por parte del hombre, exige una opción personal,
una ruptura con la opinión general y habitual de una sociedad y que suele ser
una exigencia dura y poco asimilable, ya que conlleva a la inseguridad, al
desacomodamiento de costumbres y hábitos que anquilosan los ideales más
profundos y sublimes del ser humano.
Quien obedece al deseo
de Dios ha de vencer grandes resistencias y asumir incluso ciertas
marginaciones, las cuales ponen en tela de juicio el encuentro personal con
Dios suscitando a una referencia meramente emocional e inconsciente, dejando de
lado el encuentro.
El que obedece se
convierte en enviado, en representante veraz de la palabra liberadora pronunciada
por el que envía y éste a la vez, asume una presencia continua, eficaz y
eficiente que brinda protección y respaldo al enviado, por el hecho de llevar
aquel, el testimonio de lo que ha visto y ha oído, de aquello que ha
experimentado, pero esta protección y respaldo al enviado conlleva una postura
propia de humildad y sencillez, reconociendo el enviado, que no es su palabra
la que pronuncia, sino la que se le ha ordenado, la que le brinda una
estructura firme y convincente frente a la misión que encara el envio.
La humildad en la
obediencia, significa que la realidad del acto de fe se apoya en un acto
existencial, que Dios es dentro del ser humano la voz que lo llama a ser
aquello que está destinado a ser, transformando el fracaso y la desesperación,
en realización, mostrando el sentido de aquello que parece no tener sentido, de
aquello que enlagunado por el desborde de las crisis existenciales tiende a
menospreciar el sentido de la esperanza, de la alegría, de la felicidad, por
tanto, quien vive abierto incondicional y obedientemente a la acción y a la
palabra de Dios, se convierte en un testigo de la esperanza, en respuesta
humana a un problema humano.
Con la obediencia
asumida, el ser humano adquiere poder de convocación y provocación. Convoca a
la sociedad para que lo escuche, provocando en ella, acciones de liberación que
tienen tras de sí, la decisión e iniciativa de Dios, la cual reconoce la dureza
del corazón del opresor, frente a la debilidad del corazón del oprimido,
apropiándose Dios del sufrimiento del ser humano oprimido, despojando de las
riquezas al opresor y llenando las manos vacías del oprimido.
Los actos liberadores
que está llamado a ejercer el ser humano, son actos dialogantes que se producen
cuando expresándose el Yo, no solamente se dirige a un Tu, sino en conjunto
dialogan sobre un Nosotros y esto tiene mucho que ver con el amor, ya que este
no consiste en quedarse prendido de los ojos del otro, sino en mirar juntos en
la misma dirección. Asì queda abierto el campo para el Nosotros. Las miradas se
vuelven paralelas, se pierden y se encuentran en el Nosotros. El amor es la
responsabilidad de un Yo por un Tu, resonando en un Nosotros, en esto reside la
igualdad, este es el destino del ser humano creado por Dios, para la esperanza.
Frente a la magnitud
del amor de Dios, manifestado en su palabra, está la perplejidad, el dilema, el
titubeo del ser humano, frente a lo excelso de ese amor y Dios, reconociendo
esta situación, se manifiesta con prodigios, prodigios de amor que encierran el
sentido último de la realidad llamada a experimentarse, no en el ser ni en el
tener, sino en el repartir y el compartir en donde se orienta, toda la
potencialidad amorosa entre Dios y el ser humano. Esta potencia amorosa da
contundencia a la palabra pronunciada por parte de Dios, genera una radicación
existencial evidente conllevada por una asunción afectiva propiciada, por una
adhesión intencional al deseo propio de Dios, pronunciado.
El ser humano, frente a
la manifestación prodigiosa de Dios, reconoce sus miedos y sus debilidades, y
Dios asumiéndolos como propios, los transforma con la fuerza de su presencia,
dando soluciones, no dejando al ser humano solo, frente a sus miedos, sino
haciéndolo libre, para que libere. Solo el que es libre, puede liberar.
Se es espiritual en la
medida en que uno se trasciende a sì mismo, no se orienta hacia sì mismo, sino
hacia algo o alguien en el mundo, hacia un Tu. Ser humano es estar orientado
intencionalmente hacia otro ser o hacia un semejante. Pero en el momento en que
esta intencionalidad se vuelve hacia uno mismo, pierde su sentido.
Cuando la
espiritualidad se corrompe, pierde su sabor, se vuelve insípida, se deshumaniza
el hombre, se pierde el sentido de la vida, la dirección, el rumbo, la meta a
la cual se debe llegar, por eso cuando se fortalece la espiritualidad, se
robustece la posibilidad concreta de sentido, se adquiere responsabilidad
histórica para reconfigurar todo, haciendo nuevas todas las cosas, por el hecho
de participar de la dinámica creadora de Dios.
Si la posibilidad de
sentido no fuera única e irrecuperable, y la persona no fuera única e
insustituible, difícilmente sería ya factible la responsabilidad. La
irrepetibilidad de la persona, junto con la irrepetibilidad de la situación que
sale al encuentro, configuran una doble responsabilidad en el ser humano: con
respecto a lo que hace aquí y ahora, y que solo puede hacer aquí y ahora, y con
respecto a lo que llegarà a ser en el momento siguiente.
El sentido del ser
humano concreto se eleva sobre el ser y apunta al deber ser, a algo futuro. Eso
es lo que hace justamente la espiritualidad manifestada a través de la
esperanza. No muestra la realidad en su actual tridimensionalidad sino que
añade una cuarta dimensión, la del futuro.
La acción liberadora
que es efecto causal del encuentro con Dios, està hermanada con el futuro, pues
cada acción liberadora busca un resultado, todavía pendiente. No se puede hacer
algo sin fe en el futuro, pues la acción necesita tiempo para desembocar en
resultados. Por tanto, la realización del sentido requiere dos pilares: los
hechos y la fe en el futuro.
La espiritualidad es lo
que hace al ser humano, verdaderamente humano dándole la posibilidad de
describirse en términos de responsabilidad. El ser humano no se determina por
impulsos, se determina por decisiones responsables que le dan carácter de una
existencia autèntica y por tanto libre.
La libertad que genera
la espiritualidad es integradora, conlleva unidad dentro de todas las
dimensiones bio-psico-sociales de la persona, propiciando la coherencia de
vida, la plenitud en el existir, desarrollando la facultad de decidir
responsablemente, de ser protagonista de la historia, de ser generador de
historia y una historia que se ha de recordar gracias a sus elementos
constructivos que ha generado y propiciado, y que han servido como fundamento
en el desarrollo humano integral.
El amor revelado al ser
humano, por parte de Dios, en el encuentro personal, revela potencialidades
dormidas en la persona amada que èsta, todavía no ha hecho reales. El amor
convierte las potencias inconscientes, en actos conscientes con el objetivo de
restablecerlo a la larga como un habito inconsciente, restableciendo la
espontaneidad y la inocencia de un acto existencial sin pasar por la reflexión.
La espiritualidad con
su carga, fortalece la consciencia, ya que ella tiene un origen trascendente,
para encaminarla en la búsqueda y desarrollo del bien común, no
instintivamente, sino responsablemente teniendo un referente intencional, un
“hacia que”.
La capacidad del ser
humano de ser responsable se gesta en el terreno inconsciente, allì se llevan a
cabo las grandes decisiones existenciales, que dan respuesta a la búsqueda de
significados, a la búsqueda de sì mismo, de su propósito de vida, pues el deseo
de significado es realmente una necesidad especifica, la principal
preocupación del ser humano.
Cada situación de la
vida cotidiana con la que se enfrenta el ser humano, coloca una exigencia,
presenta una pregunta, una pregunta que se debe responder haciendo algo
respecto a esa situación; convirtiendo el sufrimiento en un éxito y en un logro
humano, extrayendo de la culpa la oportunidad para cambiar, para mejorar,
viendo en la transitoriedad de la vida el incentivo para emprender una acción
responsable.
En conclusión, la
espiritualidad se revela como la realización de lo que se podría llamar el
deseo de llegar a un significado último. Ser espiritual consiste en haber
encontrado una respuesta a la pregunta ¿Cuál es el sentido de la vida? Creer en
Dios es comprobar que la vida tiene un sentido.
La Inteligencia Emocional, tronco del Desarrollo Humano
Integral.
Para este segundo punto
quiero comenzar, ubicando un texto de referencia, que nos adentrara en esta
reflexión que vamos a tener en este momento.
El texto a considerar
como marco, es el que refiere a que los reyes deben buscar la sabiduría, y que
ella se deja hallar y que corresponde al siguiente texto del libro de Sabiduría
en Sb6,1-21:
Oíd, pues, reyes, y
entended. Aprended, jueces de los confines de la tierra.
Estad atentos los que
gobernáis multitudes y estáis orgullosos de la muchedumbre de vuestros pueblos.
Porque del Señor habéis
recibido el poder, del Altísimo, la soberanía; él examinará vuestras obras y
sondeará vuestras intenciones.
Si, como ministros que
sois de su reino, no habéis juzgado rectamente, ni observado la ley, ni
caminado siguiendo la voluntad de Dios, terrible y repentino se presentará ante
vosotros. Porque un juicio implacable espera a los que están en lo alto; al
pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán poderosamente
examinados.
Que el Señor de todos
ante nadie retrocede, no hay grandeza que se le imponga; al pequeño como al
grande él mismo los hizo y de todos tiene igual cuidado, pero una investigación
severa aguarda a los que están en el poder.
A vosotros, pues,
soberanos, se dirigen mis palabras para que aprendaís sabiduría y no faltéis;
porque los que guarden
santamente las cosas santas, serán reconocidos santos, y los que se dejen
instruir en ellas, encontrarán defensa.
Desead, pues, mis
palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán.
Radiante e inmarcesible
es la Sabiduría. Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los
que la buscan.
Se anticipa a darse a
conocer a los que la anhelan.
Quien madruge para
buscarla, no se fatigará, que a su puerta la encontrará sentada.
Pensar en ella es la
perfección de la prudencia, y quien por ella se desvele, pronto se verá sin
cuidados.
Pues ella misma va por
todas partes buscando a los que son dignos de ella: se les muestra benévola en
los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.
Pues su comienzo es el
deseo más verdadero de instrucción, la preocupación por la instrucción es el
amor, el amor es la observancia de sus leyes, la atención a las leyes es la
garantía de la incorruptibilidad y la incorruptibilidad hace estar cerca de
Dios; por tanto, el deseo de la Sabiduría conduce a la realeza.
Si, pues, gustáis de
tronos y cetros, soberanos de los pueblos, apreciad la Sabiduría para que
reinéis eternamente.
¿Porque este texto de
la sabiduría, si vamos a tratar el tema de la inteligencia emocional? Porque la
sabiduría y la inteligencia se correlacionan.
La búsqueda de la
sabiduría exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de
su voluntad, un corazón recto y también el testimonio de otros que le enseñen a
buscar la sabiduría. Por medio de ella, Dios da a conocer al hombre el misterio
de su voluntad, la verdad, es decir aquello que es sólido, seguro, digno de
confianza y que es por tanto la cualidad de lo que es estable, probado, en lo
que uno se puede apoyar. Una paz de verdad, es una paz duradera, un camino de
verdad es un camino que conduce a una meta. La verdad se puede traducir por
fidelidad, en donde se descubre el ser que se encuentra oculto, por el velo de
la apariencia.
En la Sabiduría se
destaca el juicio sano basado en conocimiento y entendimiento, la aptitud de
valerse del conocimiento con éxito, y el entendimiento para resolver problemas,
evitar o impedir peligros, alcanzar ciertas metas, o aconsejar a otros. Es lo
opuesto a la tontedad, la estupidez y la locura, y a menudo se contrasta con
éstas.
La sabiduría es el
conocimiento cierto de las causas más profundas de todo y tiene como función
propia ordenar y juzgar todos los conocimientos.
La sabiduría es el
recto ordenamiento de la razón en el vivir, estableciendo unas reglas propias,
un estilo, una expresión, de modo que el sabio, el que gusta de la sabiduría,
se preocupa ante todo por saber cómo conducir su vida para obtener la verdadera
felicidad. El sabio por excelencia, es el experto en el arte de vivir bien.
Lanza al mundo que le rodea una mirada lucida y sin ilusión, conoce sus taras,
lo cual no quiere decir que las apruebe. Como psicólogo que es, sabe lo que se
oculta en el corazón humano, lo que es para él, causa de gozo o de pena.
Pero no se confía en
este papel de observador, siendo un educador nato, traza reglas de prudencia,
moderación en los deseos, trabajo, humildad, ponderación, mesura, lealtad en el
lenguaje, entre muchas otras. Y para apoyar sus pareceres, recurre siempre que
puede a la experiencia, a su inspiración profunda, pues habiendo adquirido la
sabiduría a costa de rudos esfuerzos, nada desea tanto como trasmitirla a los
otros e invita a emprender con ánimo, su difícil aprendizaje.
La sabiduría, es la
joya que corona la autoridad, entendida como la responsabilidad de estructurar
el bien común, en el servicio a la comunidad. Es la sabiduría la que le da su
sentido y razón a la autoridad y le brinda la prudencia en el obrar, prudencia
que engrandece a quien la práctica, a quien se desvela y fatiga, buscando la
sabiduría.
La persona sabia
desarrolla este carácter cuando aplica en la experiencia la atención, la
inteligencia, la racionalidad crítica y la responsabilidad, obteniendo
conclusiones que dan un mayor entendimiento, que a su vez capacitan para reflexionar, conllevando al
discernimiento de la verdad, lo bueno y lo malo.
Ahora bien, la
inteligencia que es una palabra que proviene del latín intellegere, término
compuesto de inter 'entre' y legere 'leer, escoger', significa etimológicamente
saber escoger. La inteligencia permite elegir las mejores opciones para
resolver una cuestión.
La inteligencia
entonces es la capacidad de entender, es decir del tener un conocimiento o idea
clara del ánimo o la intención frente a las cosas, adquiriendo autoridad y
competencia frente algo; la capacidad de comprender, o sea del proceso de
creación mental por el que, partiendo de ciertos datos aportados por un emisor,
el receptor crea una imagen del mensaje que se le quiere transmitir. Para ello
es necesario dar un significado a los datos que se recibe es decir, a cualquier
información que pueda ser utilizada para llegar a abrazar e incluir en sí, un
mensaje. Este proceso consiste en aislar, identificar y unir de forma coherente
unos datos externos con los datos de que dispone la persona. El ser humano
tiene necesidad de comprender y por lo tanto de contar con una hipótesis sobre
cualquier acontecimiento. Ante cualquier mensaje o situación se realiza una
interpretación, la más adecuada y acorde posible a los datos disponibles en ese
momento. Esto no quiere decir que sea la "correcta" pero si es
suficiente para saciar la necesidad de interpretar la realidad que rodea. Es
inevitable e imposible no realizar interpretaciones. Todo es interpretado,
aunque las interpretaciones estén continuamente variando y completándose. El
proceso de creación de interpretaciones es la mayoría de las veces inconsciente
aunque a veces pueda ser controlado conscientemente; la capacidad de asimilar,
entendida como la incorporación al ser, de la sustancia de la idea o creencia
cognitiva apta para la formación de si, para asemejarse, mostrando cierto
parecido con la idea o creencia.
Estas capacidades de
entender, comprender y asimilar, de la inteligencia, dan pautas para elaborar
información y utilizarla en la resolución de problemas. La inteligencia parece
estar ligada a otras funciones mentales como la percepción, o capacidad de
recibir información, y la memoria, o capacidad de almacenarla.
Ahora bien, entendiendo
que es la sabiduría y la inteligencia, continuemos con el punto del desarrollo
del carácter de la persona sabia.
La aplicación de la
atención en la experiencia implica, captar los datos de los sentidos y de la
conciencia, prestar atención para entender, observando la realidad y haciéndose
sensible a ella, viéndola, escuchándola, tocándola, percibiéndola,
imaginándola, adquiriendo una consciencia operativa que involucra en la
identificación del problema y sus datos. Pero hay veces en las que concretar el
problema es más complicado de lo que parece, de modo que esta etapa, puede que
requiera cierto esfuerzo, sobre todo, si los parámetros del asunto que atañe,
no resultan del todo evidentes.
Identificar el
problema, demanda conocer las propias emociones, conociéndose a si mismo. La
consciencia de uno mismo, es la clave de la inteligencia emocional, porque
manifiesta una atención progresiva a los propios estados internos. La auto
observación que se desarrolla a partir de la consciencia de uno mismo, permite
la ecuanimidad de sentimientos, la
sobriedad, porque el conocerse a si mismo, es reconocer los límites de su
propia naturaleza y es la condición primera e indispensable para que surja el
deseo del verdadero conocimiento.
El conocerse a si mismo
es la capacidad de formar un modelo preciso, realista y coherente de uno mismo
y ser capaz de usar ese modelo para operar eficazmente en la vida, permitiendo
construir relaciones estables, fraternas en donde no prima la competencia
individual, sino que libre de ella, ejerce acciones asociativas fundamentales
accediendo, desde la toma de conciencia de la propia emoción, a la comprensión
de los sentimientos de los demás, la tolerancia a las presiones y frustraciones
que se soportan en las situaciones de la vida,
a la incrementación de las capacidades de empatía y habilidades
sociales, y aumentar considerablemente las posibilidades de desarrollo
social.
La aplicación de la
atención en si mismo, el conocerse a sí mismo reclama tiempo para sí mismo, no
egolátricamente, no narcisistamente, sino de una manera que, cuando me
involucro con mi yo, puedo reconocer más favorablemente al otro, ya que
desvelando la verdad de mí, yo puedo ir al encuentro con el tu, sin
escandalizarme de su realidad, apropiándome de su miseria, ayudándole a llevar
su historia de una manera emocionalmente equilibrada.
Desvelando la verdad
del ser, por medio del conocimiento de sí mismo, se adquiere la capacidad de
motivarse y persistir frente a las decepciones, controlando los impulsos y
regulando el humor y de esta manera, se evita que los trastornos emocionales
disminuyan la capacidad de pensar, de mostrar empatía y abrigar la esperanza.
Las personas con
habilidades emocionales bien desarrolladas, tienen más probabilidades de
sentirse satisfechas y ser eficientes y eficaces en su vida, ya que dominan los
hábitos mentales los cuales favorecen su propia productividad.
Cuando se tiene un
claro conocimiento de sí mismo, sabiéndose identificar los problemas y sus
raíces atentamente, la persona obtiene una mayor certidumbre con respecto a sus
sentimientos, son mejores guías de su vida y tienen una noción más segura de lo
que sienten realmente con respecto a las decisiones personales. Las personas
que carecen de esta capacidad luchan constantemente contra sentimientos de
aflicción, mientras aquellas que la tienen desarrollada pueden recuperarse con
mayor rapidez de los reveses y trastornos de la vida.
Otro aspecto en aplicar
en la experiencia, es la inteligencia, que conlleva, comprender para formular,
es el nivel de inquirir, de investigar, expresando lo comprendido, elaborando y
asumiendo consecuencias de esto. Este aspecto presupone y complementa el
primero. Aquí la persona humana comienza
a preguntar en orden a entender para obtener conceptos y manifestarlos en
fórmulas. Las preguntas que parten del primer momento para llegar al segundo,
son preguntas de una mente inquisitiva. Los datos de los sentidos y de la
conciencia son incompletos, sin los conceptos obtenidos mediante la comprensión
de los datos o imágenes. Así la inteligencia formula los conceptos obtenidos y
acumula lo recibido en el primer momento.
Este aspecto conlleva a
acopiar las emociones, canalizándolas de forma constructiva, teniendo
autodominio para soportar las tormentas emocionales y de este modo, someter los
embates de la pasión, para conducir la vida con equilibrio y templanza, ya que
mantener bajo control las emociones es la clave para el bienestar emocional.
Los momentos de decaimiento, así como los de entusiasmo, dan sabor a la vida,
pero es necesario que guarden un equilibrio. El arte de serenarse es una
habilidad fundamental para la vida, pues este permite que la euforia se
doblegue, permitiendo ver con claridad el fondo del asunto, sin perturbación,
sin obstáculos que distorsionan la realidad y de este modo contemplar la verdad
de las cosas.
El autodominio
emocional en donde se posterga la gratificación y se contiene la impulsividad,
sirve de base a toda clase de logros. Ordenar las emociones al servicio de un
objetivo claro es esencial para prestar atención, para concentrarse en las
metas y para automotivarse desarrollando con dominio el arte de la creatividad
y la innovación. Las personas que tienen esta capacidad suelen ser mucho más
productivas y eficaces en cualquier tarea que emprendan.
Cuando las emociones
entorpecen la concentración, ocurre que queda paralizada la capacidad mental
cognitiva , la cual se denomina memoria activa, esta tiene la capacidad de
retener en la mente toda la información que atañe a la tarea que se está realizando.
La memoria activa es una función ejecutiva por excelencia de la vida mental,
que hace posible todos los otros esfuerzos intelectuales, desde pronunciar una
frase hasta desentrañar una compleja proposición lógica. La corteza prefontral
ejecuta la memoria activa, y el recuerdo es el punto en el que se unen
sensaciones y emociones. Cuando el circuito límbico que converge en la corteza
prefrontal se encuentra sometido a la perturbación emocional, queda afectada la
eficacia de la memoria activa: no se puede pensar correctamente.
Las preocupaciones y
las ansiedades minan el intelecto, cuanto más propensa es una persona a las
preocupaciones, más bajo es su rendimiento intelectual, sin embargo cuando se
utilizan estas emociones anticipadamente, con el buen humor, pueden ser
aprovechadas para motivarse y prepararse bien, consiguiendo un buen desempeño,
ya que el buen humor favorece la capacidad de pensar con flexibilidad y con
mayor complejidad, haciendo que resulte más fácil encontrar soluciones a los
problemas ya sean intelectuales o interpersonales. Los beneficios intelectuales
del buen humor son más sorprendentes cuando se trata de resolver un problema
que requiere una solución creativa.
Las personas que
abrigan muchas esperanzas, que tienen ilusiones y sueños, se fijan metas más
elevadas y saben cómo trabajar arduamente para alcanzarlas. La esperanza juega
un papel increíblemente poderoso en la vida al ofrecer ventajas en muchos y
diversos ámbitos, ya que el que tiene esperanza cree firmemente que tiene la
voluntad y los medios para alcanzar sus objetivos, sean estos cuales fueran.
Las personas que
muestran niveles elevados de esperanza tienen una gran capacidad de
automotivación, sintiéndose ellas lo suficientemente hábiles para encontrar
formas de alcanzar sus objetivos, asegurándose, cuando se encuentra en un
aprieto que las cosas van a mejorar, ser lo suficientemente sensibles para
encontrar diversas maneras de alcanzar sus metas o modificarlas si se vuelven
imposibles, y tener la sensación de reducir una tarea monumental en fragmentos más
pequeños y manejables.
Al abrigar la
esperanza, se abriga el optimismo y esto significa tener grandes expectativas
de que las cosas saldrán bien en la vida a pesar de los contratiempos y las
frustraciones. El optimismo es una actitud que evita que la persona caiga en la
apatía, la desesperanza o la depresión ante la adversidad. Las personas
optimistas consideran que el fracaso se debe a algo que puede ser modificado de
manera tal que logren el éxito en la siguiente oportunidad, mientras que los
pesimistas asumen la culpa del fracaso, adjudicándolo a alguna característica
perdurable que son incapaces de cambiar. Mientras la estructura mental del
pesimista conduce a la desesperación, la del optimista genera esperanza.
El tercer momento para
que la persona sabia desarrolle este carácter es el de la aplicación de la
racionalidad crítica, en donde se reflexiona para juzgar, ordenando las
evidencias para hacer juicios sobre la verdad o falsedad, certeza o
probabilidad, corrección o incorrección, bondad o malicia, etc. Aquí se
reconoce lo que produce resultado y se rechaza lo que no lo da. Las preguntas
que parten del segundo momento para llegar al tercero son preguntas de la mente
crítica: se duda, se comprueba, se asegura. Los conceptos, definiciones,
pensamientos, consideraciones, suposiciones, hipótesis, teorías, sistemas,
reconstrucciones, realizaciones, se ponen en crisis cuando se pregunta: “¿Eso
es así?” Aquí la persona comienza a preguntar en orden a reflexionar.
En este nivel se
desarrolla un análisis de las opciones enumerándolas y examinándolas para
resolver el problema. La solución ideal sería la que normalizara, tanto los
aspectos externos del problema, como los internos, las emociones que ha
despertado el problema, pero la solución ideal no siempre está al alcance.
Frente a esto, se da un paso atrás para ganar cierta perspectiva y contemplar
la situación en conjunto. Llegado a este punto, ya la persona habrá clasificado
en categorías cada una de las etapas con vistas a manejarlas. Ahora tiene que
hacer trabajar todo su cerebro para integrarlas. En lugar de detenerse en una
situación determinada, contempla y estudia el contexto, cultivando una visión
panorámica y periférica unificada de su situación en conjunto: el problema tal
como se le presenta, su reacción emocional y las opciones que ha analizado al
respecto. En este punto la persona ya está preparada para abordar métodos,
sistemas y enfoques para enfrentar la situación que le afecta en su globalidad.
Para enfrentar con
decisión las situaciones que afectan las realidades del ser se requiere de la
empatía, es decir, de aquella capacidad de interpretar los sentimientos,
haciendo surgir una sintonía emocional con el otro y esto requiere la habilidad
para interpretar los canales no verbales, tales como el tono de voz, los
ademanes, la expresión facial y cosas por el estilo. Aquellos que muestran una
aptitud para interpretar los sentimientos de forma no verbal son más estables
en el plano emocional, y tienen un mayor promedio en su desempeño. Dominar esta
habilidad de la empatía allana el camino para la efectividad en las diversas
situaciones de vida.
La empatía, como
habilidad, se designa como la capacidad de percibir la experiencia subjetiva de
otra persona. Ella surge, de una especie de imitación física de la aflicción,
en donde se siente o experimenta el estado del alma. Se relaciona con el
termino hebreo rahamim, el cual expresa el apego instintivo de una ser a otro
desde las entrañas, y también con el termino hesed el cual, designa la relación
que une a dos seres e implica fidelidad consciente y voluntaria, que es incluso
respuesta a un deber interior, a la fidelidad con uno mismo.
La empatía en la
persona, sobretodo y principalmente desde la infancia, se modela en la
observación de las reacciones de los demás cuando alguien esta afligido. Al
imitar lo que ven, los niños desarrollan un repertorio de respuesta empáticas,
sobre todo ayudando a otras personas que están afligidas.
Las lecciones básicas
de la vida emocional se asientan en los momentos de intimidad familiar. De
todos los momentos, los más críticos son aquellos que hacen que el niño sepa
que sus emociones son recibidas con empatía, aceptadas y correspondidas, cuando
esto no se da, las diversas emociones en la persona, empiezan a ir quedando
anuladas, empieza a desarrollarse una actitud psicológicamente errónea, la
psicopatía, que es la incapacidad de sentir la menor empatía o compasión y que
conlleva a que la persona sea sociópata.
El cuarto momento para
que la persona sabia desarrolle este carácter, es el de la aplicación de la
responsabilidad, que corresponde al deliberar para actuar. Es el momento de
interés por nosotros mismos, nuestras acciones y metas, en el que deliberamos
sobre los posibles caminos del obrar, evaluamos, decidimos. Aquí se delibera,
se evalúa, se decide y se actúa, elevando los niveles anteriores de
experimentar, comprender y reflexionar.
En este momento la
persona entiende la esencia del problema y está preparado para emprender actos
adecuados y justificables. Se sentirá equilibrado y también dispuesto a
afrontar los inevitables cambios que le esperan. En este aspecto, para desarrollar
sintonía con el otro se requiere de la serenidad con uno mismo. La gente que es
capaz de ayudar a otros a calmar sus sentimientos posee un producto social
especialmente valioso, son las almas a quienes otros recurren cuando padecen
alguna importante necesidad emocional.
El grado de
compenetración emocional que las personas sienten en un encuentro queda
reflejado por la exactitud con que se combinan sus movimientos físicos mientras
hablan, un indicador de cercanía del que típicamente no se tiene conciencia.
Cuanto mayor es la coordinación de movimientos en un grupo humano, más
amigables, contentos, entusiasmados, interesados y sociables se muestran
mientras interactúan. Un elevado nivel de sincronía en la interacción significa
que las personas que participan se caen bien.
La coordinación de los
estados de ánimo es la esencia de la compenetración. Un determinante de la
efectividad interpersonal es la habilidad con que la gente desarrolla su
sincronía emocional. Si son hábiles para sintonizar con el estado de ánimo de
otra persona, o logran dominar fácilmente a otros, entonces sus interacciones
serán más parejas a nivel emocional. La marca de un líder es ser capaz de
influir en una audiencia de miles de personas en ese sentido.
En conclusión, para que
la inteligencia emocional sea tronco del desarrollo humano integral, es vital
contemplar la sabiduría como fuente de esta, y de este modo, reconocer que la
autoridad que genera el desarrollo de la emoción inteligentemente, es coronada
por la sabiduría fundamentándose en los elementos de la experiencia, los cuales
dan credibilidad a los actos de vida ejercidos en los ámbitos humanos.
La vida comunitaria, rama y follaje del desarrollo humano
integral.
Para empezar este
tercer punto quiero ubicarlos en un texto bíblico que nos dará luces para la
reflexión y la apropiación de la temática que a continuación presentare.
El texto referido es el
que corresponde al libro de Hechos de los Apóstoles, Hch2,42-47:
“Acudían asiduamente a
la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las
oraciones. El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos
prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común;
vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la
necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con
un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con
alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de
todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían
de salvar”.
La vida comunitaria,
como rama y follaje del desarrollo humano integral, es el resultado de la
sumatoria de la espiritualidad, junto a la inteligencia emocional, las cuales
brindan los elementos de relacionalidad basados en lo común, en la comunión, en
la comunicación para llegar a la comunidad.
Lo común, viene de la
palabra latina communis, etimológicamente significa, estar junto, estar cerca,
y esto implica estar al lado, caminar al mismo ritmo, acompañarse. El prefijo
com indica enteramente, sustancialmente, se está cerca, con todo lo que se es,
de tal modo que no hay nada que encubra la dinámica de la relación, del
encuentro. La palabra munis traduce el efecto de cambiar y mover, de trasladar,
de acomodar, desacomodando, dando pasos hacia algo nuevo, hacia algo que
manifiesta esperanza, futuro.
Lo común, está
relacionado también con la palabra griega koiné que significa pueblo, que a su
vez está relacionada con oikia, que significa casa, por tanto lo común es
aquello que es doméstico, que es hogareño, que calienta el ánimo y el ambiente,
que es enriquecido a su vez por la intimidad, en donde se comparten los
secretos y anhelos más profundos de la persona, para robustecerlos y
constituirlos.
La comunión es
participar unidamente de lo común, con un trato familiar y un interés
particular, generando un vínculo emocional, una especie de cadena invisible que
existe en la relación cercana entre dos o más personas, en donde se doblan las
raíces egoístas e individualistas del sujeto.
La común unión requiere
elementos de empatía, de identificación mental y afectiva con el otro, desde el
reconocimiento del ser propio, del saber quién soy yo, para dar el paso hacia
el quien eres tú, y poder constituir las bases primigenias del quienes somos
nosotros, de esta forma se desarrolla una participación, en donde se toma o se
recibe parte de algo, involucrándose las decisiones.
La comunión es la
propiciadora del dialogo, por el cual a través de la palabra, desarrollada en
un discurso racional se comparte y se llega a acuerdos, intercambiando
alternativamente posturas o ideas que tienen el efecto de construir,
edificándose mutuamente para llegar desde una opinión parcial, a una verdad
común, manteniendo los elementos básicos del reconocimiento del otro en cuanto
otro y de la disposición para aprender. Cuando se rompen estos elementos
básicos se afecta el dialogo, primeramente porque hubo una cerrazón, en donde
el dialogo no se alcanzó a efectuar, y segundo porque aquel comenzó pero
termino frustrado.
La comunicación es el
otro elemento de relacionalidad, para llegar a la comunidad y se constituye en
un fenómeno inherente a las relaciones sociales, en donde se comparte
información en relación al entorno, siendo un acto propio de la actividad
bio-psico-social, en donde prima el pensamiento, el lenguaje y el desarrollo de
las capacidades psicosociales de relación. El intercambio de mensajes en el
acto de la comunicación permite al individuo influir en los demás y a su vez
ser influido. La comunicación es la dinámica de trasmitir ideas y pensamientos,
para ponerlos en común, de modo que se edifique la sociedad y se transforme.
La comunidad es el
conjunto de personas que se sienten identificadas, reconocidas y que tienen una
relación de pertenencia, de influencia, de integración y de compromiso entre sí, compartiendo problemas e intereses
solidariamente, desarrollando una conciencia y facilidad social, fortaleciendo
la unidad y la interacción frente a un
objetivo en común, en donde hay obligaciones comunes y reciprocas.
La comunidad se
establece, generando un propósito firme de continuidad, desde el acudir, lo
cual tiene como trasfondo, la intención libre y voluntaria, surgida a partir de
la inquietud y admiración por aquello que se escucha y se contempla,
propiciando la confianza.
El acudir, para
establecer la comunidad, es un ir con frecuencia asidua, puntual, en donde se
manifiesta el acento de perseverancia,
de costumbre, de habito en donde la persona se adapta al grupo social.
Esta adaptación social,
implica una adaptación emocional que tiene como ingredientes la conciencia
social, la cual se refiere a un espectro que va desde percibir de manera
instantánea el estado interior de otra persona a comprender sus sentimientos y
pensamientos y a captar en situaciones sociales complicadas, y la facilidad
social que se sostiene sobre la toma de conciencia social para permitir
interacciones fluidas, eficientes y eficaces.
El acudir a la
comunidad, requiere sintonizarse con ella yendo más allá de una empatía
momentánea y llegando a ser una presencia completa y sostenida que facilita la
afinidad y el entendimiento del otro desde el arte de la atención, a la que
corresponde el estilo de hablar y de escuchar.
El estilo de hablar de
una persona ofrece pistas sobre su habilidad subyacente para escuchar
profundamente, durante momentos de conexión genuina, lo que se dice, será una
respuesta a lo que el otro siente, dice y hace. Cuando se está pobremente
conectado, la comunicación se convierte en bala verbal: el mensaje propio no
cambia para encajar en el estado de la otra persona sino que sencillamente
refleja el propio. Escuchar hace toda la diferencia. Hablarle a la persona en
lugar de escucharla reduce una conversación a un monologo. Cuando se sabotea
una conversación se está satisfaciendo las necesidades propias, sin considerar
las de otros.
Se acude a la comunidad
principalmente para escuchar, para inclinar la atención y disposición personal,
al otro, y esto contempla un entramado psíquico y fisiológico que ayuda a
percibir conscientemente, el sentimiento y la emoción de los pensamientos de
quien pronuncia una palabra, pues ella es suscitada por un deseo que surge
desde una intención profunda que anida en la mente y en el corazón de quien la
pronuncia, de tal modo que, al escuchar con atención la palabra pronunciada, se
desarrolla un encuentro mutuo con la mente y el corazón, derribándose los muros
de división interna, propiciando la transparencia en el trato, generando la
amistad.
Cuando se escucha
atentamente, se maximiza la sincronía fisiológica, de modo que las emociones se
alinean, orientando los circuitos neurológicos para la conectividad,
poniéndolos en la misma longitud de onda, desarrollando la precisión empática
la cual representa, la base esencial de la sociabilidad.
La sincronía permite
deslizarse con gracia a través de una danza no verbal con otra persona, la
falta de sincronía, sabotea la competencia social, arrojando las interacciones
por la borda. Sincronizar exige, tanto que se lea las pistas no verbales
instantáneamente, como actuar en
consecuencia, fluidamente, sin tener que pensarlo.
Se acude también a la
comunidad para participar de la enseñanza, pero que es enseñar, enseñar implica
brindar una orientación, un conocimiento sobre que camino seguir, para que
comprendiéndolo lo asimile, apropie y haga uso de el y se aplica esto al acto que
realiza un maestro sobre su discípulo o unos padres frente a sus hijos.
El enseñar conlleva por
parte del maestro, el escribir, el dar contorno a las ideas, dándoles forma, de
modo que se puedan clarificar con mayor facilidad, pero esto involucra una decisión,
afrontando los dilemas, los puntos críticos de elección que generan crisis,
dejando de lado y cortando de hecho el miedo a ser juzgado por las ideas
expresadas.
Escribir es plasmar,
dando forma concreta, real y ordenada, a la idea o apariencia captada, que se
posee de un dato testimonial legítimo, de un hecho contextual, que se utiliza
en una toma de decisiones, para que sea interpretado y entendido, y esto
conlleva observar y atender desde la investigación, percibiendo la duda sobre
algo para escudriñarlo, discutirlo y analizarlo de forma que se resuelva
argumentadamente.
En la comunidad como
elemento del desarrollo humano integral, otro elemento a tener en cuenta es el
de la “fracción del pan” que significa, aquella capacidad que da una fuerza y
predisposición hábil, de compartir con generosidad lo que se tiene, en hacer partícipes
a otros, de los que es de uno, con el fin de que aquellos puedan beneficiarse
de los que se posee o se ha adquirido.
De este modo se ejecuta
considerablemente la sana convivencia social, en donde se desarrolla una mutua
pertenencia colaborativa, solidaria, contrarrestando situaciones desesperadas
que desequilibran el ambiente de vida generando preocupaciones y frustraciones.
En esta “fracción del
pan” se desarrollan procesos de justicia y de equidad que salvaguardan las
estructuras sociales, eliminando todo aquello que genera división e incapacidad
de encuentro personal con el otro, lo que conlleva a una economía de comunión,
a una economía solidaria en donde los bienes se administran con leyes de
familiaridad, elevando el nivel del desarrollo en la persona, sujetando el
consumo a la responsabilidad común, manteniendo siempre como centro a la
persona, superando la cultura individualista y de competitividad exacerbada, y
haciendo crecer la dignidad y la creatividad de toda persona.
El valor central de la
“fracción del pan” es el trabajo digno, el saber y la creatividad solidaria y
no el capital ni su propiedad que desfigura la imagen del ser humano,
convirtiéndolo en un ser pragmático y utilitarista, generador de división y
violencia frente a su hermano humano, reproduciendo la desigualdad y los
antivalores que conllevan a la pobreza, como fruto de la deshumanización y de
la intolerancia, producto de la injusticia y de la falta de expresión fraterna.
El primer criterio de
desarrollo humano integral, es la solidaridad, como conducta concreta del
compartir, como camino de realización individual y social que asegura un
crecimiento común y equitativo donde todos los miembros de la comunidad están
invitados a sentirse protagonistas del destino común, organizándose frente a
los problemas para poder encontrar soluciones duraderas y estables, siendo
todos, verdaderamente responsables de todos, ayudando al otro a que pueda
hacerse cargo de su vida, mejorando sus condiciones de vida bio-psico-social.
El modelo de la
vivencia comunitaria de la “fracción del pan” permite que todos los integrantes
experimenten la hermandad, venciendo los prejuicios y discriminaciones,
liberándose de muchas “enfermedades” que disminuyen la capacidad de la
comunidad, para vivir la paz y la justicia. Pero este modelo, este proyecto
comunitario de solidaridad, no se inicia si no hay primero un cambio de pensar
donde lo mío es tuyo y lo tuyo es nuestro, para así, cambiar la forma de vivir,
donde cada uno es responsable de la felicidad del otro, saliendo de si mismo
para trascenderse en el otro generosamente.
La generosidad es signo
de bendición, de humilde cooperación y respeto al otro, que no empobrece, sino
que enriquece. Parte de la conciencia de lo tuyo, hacia la conciencia de lo
nuestro, santifica al que la da y recrea y redime a quien la recibe, motivando
la paz y la justicia, compartiéndola en medio de ser humano.
Esta generosidad, parte
de la renuncia del estatus, lo cual conlleva a que las personas renuncien a
representar, imponer o poseer un dominio sobre los demás, suprimiendo las
fronteras entre arriba y abajo.
Para llevar a cabo esta
generosidad, este ejercicio de la “fracción del pan” y generar nuevos paradigmas
humanos, basados en la equidad, la justicia y la paz, se requiere una vivencia
en la oración la cual le da carácter, cuerpo y forma a la comunidad.
Es de una importancia
radical la oración, en el ambiente familiar, laboral, empresarial pues por medio
de ella se hace una lectura incluyente y no excluyente de lo que sucedió, de lo
que sucede, para que suceda algo propicio. Por medio de la oración se
santifican las realidades históricas humanas, dándoles una nueva perspectiva en
donde se experimenta realmente la acción de Dios y el deber por el prójimo. El
espíritu de la oración en la comunidad no es el desarrollo de una actividad que
debiera llevarse a cabo, sino que es el camino que lleva al encuentro continuo
con Dios La oración es para la experiencia comunitaria, el camino hacia una
vida intensa y consciente y auténticamente fraterna, el camino de trascender el
yo, de superar el confinamiento en sí mismo y de dirigirse en apertura hacia
los demás.
El espíritu de oración
es el camino de encuentro con el Tú divino, Dios, y con el tú cercano, el
hermano, lo cual constituye eficazmente la identidad cristiana; es la senda
vertical frente al misterio de Dios y la senda horizontal frente al misterio
del hombre.
El espíritu de oración
que vive la comunidad es un espíritu desinstalador, incomodo, desafiante,
cuestionante, que confronta siempre la fe con la vida para que no vallan por
caminos diferentes, sino para que se entretejan, elaborando de esta manera una
historia contundente enmarcada en el ámbito de la fraternidad y de la
solidaridad. La oración auténtica es la que abre al hombre a la acción del
Espíritu, una acción que lo conforma a los deseos de Dios y a las exigencias de
su Reino, un reino de justicia y de paz, de liberación y de salvación.
En conclusión, la
comunidad, como rama y follaje del desarrollo humano integral requiere, para
dar frescor al ambiente, embelleciéndolo y purificándolo, la responsabilidad
común en un hoy, destinado hacia el futuro, en donde se percibe desde ya, las
necesidades de los que están por llegar, permitiéndoles que aquellos disfruten
y se alegren con la herencia adquirida en la historia y para la historia.
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